Esta semana (concretamente el jueves 27 de octubre) se celebra el centenario del nacimiento del Ex Presidente Carlos Andrés Pérez. En diversas regiones del país se han organizado múltiples eventos para su conmemoración. Rubio su ciudad natal lo hará de forma solemne y especial.
Los 23 años de la llamada “revolución
bolivariana”, surgida a la luz pública, luego del sangriento intento de golpe
de estado intentado contra el Presidente Pérez, el 4 de Febrero de 1.992, ha
permitido valorar de una forma positiva su vida de hombre público,
reivindicando no sólo su gestión como gobernante, sino todo el periodo de la
República Civil.
Cómo todo hombre público, la
vida del ex presidente Perez fue controversial, y en su desarrollo
le correspondió asumir posiciones, adelantar ejecutorias y vivir situaciones en
las que se producen efectos, con los cuales se coincide o se rivaliza. Es la
esencia de la vida, más aún, de la vida política.
Pasado estos tiempos de
revolución, la figura de Carlos Andrés Pérez han crecido por su condición de
líder comprobadamente democrático, capaz de entender el sigo de los tiempos y
de rectificar las políticas que el desarrollo social han demostrado su
agotamiento, ineficacia e inviabilidad, más allá de los dogmatismos ideológicos
tan característicos del pasado siglo.
El Carlos Andrés de la
primera presidencia, conductor de un gobierno con abundantes recursos
financieros, fruto del boom petrolero del momento, ejecutor de la
nacionalización de la industria del hierro y del petróleo, creador del Plan de
Becas Gran Mariscal de Ayacucho y de la condonación de la deuda agrícola, dio
paso a un segundo gobierno en el que debió enfrentarse a una situación de gran
estrechez económica y de profundo malestar social. El presidente estatista mutó
a otro que comienza un proceso de privatización de empresas del estado y
un plan de disciplina fiscal, sorprendiendo a un país no preparado para
afrontar la cruda realidad de unas finanzas públicas venidas a menos.
Lo que sin lugar a dudas fue
una constante en su vida pública, y en ambos gobiernos, fue su talante
democrático, su respeto a las instituciones, su disposición al diálogo, al
encuentro con los sectores divergentes, pero sobre todo su tolerancia, aún
frente a quienes más férreamente le adversaron.
De un tachirense a otro Gocho, la columna de Pérez Vivas en
homenaje a CAP
Soy testigo y actor en esas
dos Presidencias de Carlos Andrés Pérez. En su primera gestión me incorporé a
la política. Comenzando su gobierno también inicié mis estudios universitarios
en San Cristóbal, y me incorporé en la lucha juvenil y estudiantil en la
Juventud Revolucionaria Copeyana.
En muchas oportunidades
movilizamos a los estudiantes de liceos y universidades en la
búsqueda de las reivindicaciones estudiantiles. Siempre hubo la tolerancia para
aquellas protestas, que a lo sumo terminaban en tensiones disueltas por la
fuerza pública, sin mayores consecuencias. Nada que ver con la violencia
criminal de estos tiempos, ni mucho menos con la represión selectiva que
caracteriza al actual régimen. Quienes nos oponíamos a su gobierno no sufríamos
los rigores de la muerte, cárcel, el exilio y la tortura, como la
que en estos tiempos han padecido miles de compatriotas. La prensa
tenía plena libertad y garantías para su trabajo, a diferencia de ahora cuando
se cierran a cada momento emisoras y medios de comunicación, así como se
persiguen a los periodistas.
En la segunda presidencia de
Carlos André Pérez, ya estaba yo más comprometido en la vida política. A tal
punto, que es en ese momento que me estreno como novel diputado al Congreso de
la República. En efecto el 23 de Enero de 1989 me juramenté como diputado
nacional, terminando ya mi gestión como secretario nacional juvenil de Copei e
iniciando mi vida parlamentaria.
Nunca me imaginé, el día que
me senté en mi curul, las turbulencias políticas que me esperaban en aquella
legislatura.
En efecto, pocos días más
tarde, ocurre el llamado caracazo. El 27 y 28 de febrero de aquel
1989 se produjeron las manifestaciones más violetas que habíamos presenciado
hasta entonces los venezolanos. El inicio del plan de ajuste, referido a un
pequeño incremento en el precio de la gasolina, que debió poner en marcha el
nuevo gobierno, produjeron las primeras manifestaciones populares, que fueron
aprovechadas por sectores anarquistas para estimular su expansión y propiciar
una escalada de violencia y destrucción.
La protesta violenta
sorprendió al nuevo gobierno. Las fuerzas de seguridad no estaban preparadas
para una situación como la sobrevenida, hasta el punto que reaccionaron tarde y
con excesos en el escenario de los acontecimientos.
La luna de miel del nuevo
gobierno de CAP terminó muy pronto, debiendo enfrentar todo un
periodo de dura confrontación política que terminó en su destitución el día 21
de mayo de 1.993. En todo ese período me estrené como parlamentario
nacional.
Fue mi gran maestría en
política. Como diputado de la oposición actué en funciones de control político,
en investigaciones como las del caracazo, en la adecuación del marco legal a
las nuevas realidades, y en el debate parlamentario de los acontecimientos en
desarrollo. Pude allí apreciar de cerca y valorar el temple del
presidente, su respeto por las opiniones disidentes y al poder del parlamento
al ejercer las funciones de control establecidas en la constitución. Pude,
además, apreciar y vivir cambios fundamentales en los parámetros políticos y
económicos del país como la elección de los gobernadores de estado, la puesta
en marcha de la descentralización del poder, el inicio de una nueva política
tributaria en un país sin cultura para ello, vivir por primera vez (en mi caso)
una tentativa de golpe de estado, con todas las consecuencias de ello
derivadas; y finalmente presenciar su destitución, por una decisión facilitada
por su propio partido, acudir a elegir un nuevo presidente en el seno del
congreso para terminar el periodo, y luego presenciar su encarcelamiento y
visitarlo en su sitio de reclusión, constituyendo toda una
experiencia que marcó mi vida.
En todo ese proceso Carlos
Andrés Pérez se creció como hombre de estado, como demócrata. Soportó con
entereza la traición de una dirigencia que no valoró las consecuencias de sus
acciones. Respetó las instituciones del estado democrático. ¡¡¡Qué diferencia
tan brutal con la camarilla que ahora gobierna. La misma que ante la existencia
de un poder que no pudieron controlar, el parlamento elegido en diciembre de
2015, decidieron desconocerlo y a través de burdas decisiones, se inventaron la
absurda figura del “desacato”, para luego montar una inconstitucional
Asamblea Constituyente con la cual darle el golpe de estado al parlamento.
Carlos Andrés fue todo lo
contrario. Acató al parlamento. Prefirió la vejación de su destitución, la
cárcel y la calumnia que el desconocimiento del parlamento.
Ya fuera del poder pude
valorar con mayor detenimiento su calidad humana y ese talante democrático. Su aguda
capacidad para calibrar a muchos de los actores políticos del momento, y sobre
todo, la tragedia que se venía sobre nuestra sufrida nación. Él la anunció con
meridiana claridad. La sociedad venezolana, en ese momento histórico (1998) no
lo oyó. Sectores dirigentes de diversos sectores políticos, económicos,
comunicacionales, académicos y hasta religiosos, le abrían camino a la barbarie
encarnada en el teniente coronel golpista que se había revelado
contra la democracia el 4 de febrero de 1992. Entonces pensaron que el golpe
era contra CAP, los años han demostrado que el golpe era contra toda la nación.
Al cumplirse cien años de su
nacimiento recordamos con afecto al hombre, al líder, al estadista que demostró
valores democráticos, amor a su patria y compromiso con su pueblo. Varias
horas de diálogo en su residencia de “La Ahumada”, sufriendo la casa por
cárcel, me acercaron más a su humanidad y a su amistad. Sus posteriores
campañas parlamentarias en el Táchira (senado y constituyente) nos encontró en
el quehacer cotidiano. Las circunstancias de la vida pública permitieron, que a
la hora de sus exequias, pudiese, como gobernador de su estado,ofrecerle con
mis modestas palabras, el testimonio de solidaridad, respaldo y admiración que
su pueblo le confirió a lo largo de su vida de hombre público. Hoy con
estas líneas le reiteramos nuestro aprecio y respeto.
César Pérez Vivas
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