Huracanes
que arrasan con islas enteras en el Caribe o sequías cada vez más extremas:
América Latina es una de las regiones más vulnerables ante la crisis climática,
pero afronta sin una estrategia común y con compromisos asimétricos su papel en
la cumbre del clima COP26 de Glasgow (Reino Unido).
Quizá
el único reclamo ecuánime se centre en exigir, una vez más, que los países
ricos financien directamente la lucha contra el cambio climático y que
desembolsen los 100.000 millones de dólares anuales a países con menos ingresos
que aceptaron aportar en el Acuerdo de París.
Brasil
y México, los mayores emisores latinoamericanos de gases contaminantes, serán
protagonistas de la región, en una conferencia decisiva para revertir el
imparable ascenso térmico global y mantenerlo en 1,5 grados para el año 2100,
como recomiendan los científicos.
ESTRATEGIAS
DIFERENTES
«Los
Gobiernos de América Latina quieren cosas bien distintas. Históricamente no hay
una posición común», afirma a Efe la chilena Maisa Rojas, una de las autoras
del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio
Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
La
divergencia se puede observar en las Contribuciones Determinadas a Nivel
Nacional (NDC, en inglés) que presenta cada país ante la COP26, una lista de
compromisos para reducir las emisiones y conseguir que la temperatura no
aumente más de 0,5 grados de aquí a 2100.
En
esta COP26, «no todos los países de América Latina han registrado sus NDC y
Brasil y México no han mejorado sus compromisos desde el Acuerdo de París en
2015», lamenta Rojas.
Según
un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés), Colombia,
Panamá, Costa Rica, República Dominicana y Surinam tienen los compromisos más
ambiciosos. Estas pautas son vitales como ruta contra la crisis climática y
para fiscalizar qué hace cada país.
Colombia,
por ejemplo, el segundo país más biodiverso del mundo, promueve reducir el 51 %
de sus emisiones de efecto invernadero para 2030, conseguir el 0 % de la
deforestación también para ese año y la carboneutralidad -es decir, el
equilibrio entre las emisiones de carbono que genera y las que captura de la
atmósfera- para 2050.
México
y Brasil, los únicos países de la región que no han ampliado sus compromisos en
estos seis años desde el Acuerdo de París, son precisamente los que emiten más
dióxido de carbono (CO2) de toda América Latina y el Caribe, según el Atlas
Mundial de Carbono.
Llegar
al objetivo climático pasa sí o sí por cambiar el modelo energético
convencional basado en combustibles fósiles, defienden todos los expertos
consultados por Efe, lo que choca con la polémica propuesta de reforma
constitucional del sector energético en México, que relega las energías eólica
y solar.
Mientras
que Brasil, que llegará a Glasgow sin su presidente, Jair Bolsonaro, a pesar de
estar comprometido con conservar la Amazonía, no puede renunciar a la
construcción de carreteras y a la minería en la mayor selva tropical del mundo,
aseguró esta semana el vicepresidente brasileño, Hamilton Mourao.
Esas
tensiones se repiten en otros países de América Latina.
El
presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, sostiene que se pueden ejecutar
proyectos de desarrollo extractivistas para beneficio de las poblaciones
locales sin poner en peligro el medioambiente. ¿Pero son esos programas
compatibles con la lucha climática?
«No,
no lo son», responde tajante Rojas. «Creer que esto puede ser compatible con
nuestro desarrollo y que todavía nos queremos desarrollar y que tenemos otros
objetivos es no entender el problema», añade.
EFE
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